sábado, 29 de diciembre de 2012

La sabia


En esos ojos marrones se perdían las razones que la vida le había dado hasta entonces, justificando cumplir las reglas avenidas, desde antiguas profecías,
¿Cabía la posibilidad de que estuviesen equivocados, los sabios y sus astros?
¿Acaso la vida era caos, jugando los dioses, si es que existían, con las decisiones que parecían ser propias y lógicamente planificadas?
Se le acusaba de ser sabia, razón sobre emociones, claros argumentos… más había vislumbrado en la joven perseguida más vida que su vida, intensidad desconocida.
¿Habían obrado sus servicios para condenar lo supuestamente “inapropiado”, en pos de una lógica, que hasta ahora no le había proporcionado ni el más mínimo acercamiento, a la pasión que brotaba de los labios de la mujer de ojos penetrantes?
Había dedicado una vida al estudio de lo correcto y lo sabio, mirando al cielo infinidad de veces, confiando que su camino estaba escrito y que podía leerlo en las estrellas. Pero la noche que hoy la cubría no era la de la víspera, el manto tranquilizador de estos años, había adquirido un tono amenazante y se hacía desconocido el mismo escenario.
Desde que escuchara las palabras de la joven acusada, desde que su mirada se clavara en ella y sus labios pronunciaran dudas irrevocablemente castigadas, el sueño no había logrado venir a ella, se descubría a media noche escudriñando el horizonte.
El paradero de la desconocida no le era incierto, bien sabía que al amanecer sería ejecutada, y su palabra había colaborado para tal fin.
¿Intentaban obsesivamente ella y los sabios aplacar una verdad, acallando cada boca que osaba rasgar las costumbres? ¿llevaba ella ese grito dentro también? ¿Y moriría junto con la joven mujer su posibilidad de descubrir un mundo nuevo, no predicho, ni estipulado, donde se diera el permiso de abandonar su sensatez?
¿Se quemaría en la misma hoguera su alma inmortal, manteniendo en el exilio las dudas que la convertirían en la siguiente perseguida? 

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