domingo, 23 de febrero de 2014

Las piezas del ajedrez se están alineando, avisan de un juego que no sabía que estaba jugando.
De pronto todo pierde sentido y yo miro, ¿se mueve dentro mi certeza cuándo descubro la incerteza del otro?
-No, no se mueve mi certeza. Decae mi fe. Ese creer absoluto… ya no sé para quién estoy creando o para qué, esta realidad que ahora noto me tiene tan solo a mí, desierta me descubro de pronto… desierta de compañía.
Creo que a eso los poetas llaman soledad, en cuanto a mí me cuesta pronunciar... lo que me convenzo a diario no es tal. 


Quizás lo más simple sea asumir, que existe un vació en mí, que se agudiza en días de luna, que sangra junto con mi cuerpo, que se repite, que ¿es mío o es yo?, ¿hasta dónde le pertenezco y hasta dónde me pertenece?... ¿o será que no hace falta tal distinción, que en el mundo no dual...todo es bastante más claro de visualizar?

No es tranquilidad lo que se agita tras mis ojos en las noches de insomnio, basta de estupideces, pues definitivamente no es serenidad aquella congoja que siento al despertar. El aumento de latidos, el nudo en la garganta y estos… estos deseos de llorar que no encuentran lugar donde desbocar.

No puedo expresarme, no encuentro lugar, donde nadie lo note y yo pueda ser yo sin estorbar, sin levantar opinión sin recibir preguntas ni de crítica ni de preocupación. Quisiera echarme a llorar como una loca, gritar romper las cosas, quisiera que mi voz tomara forma, que mis rabias vomitaran fuego, que mi cuerpo se perdiera en las aguas, que todo, todo pudiese ser dicho y expresado, quisiera perderme y dejar de respirar, volver a esa condensación primigenia y entonces que mi voluntad elija volver a respirar.

Enamórate de ti me dijeron... Tenían razón, sin ser mi mayor aliada, mi amante embelesada no he llegado a ningún lado... o más bien he llegado a donde se llega cuando uno mismo no se da la mano.   

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